viernes, 7 de noviembre de 2008

Bazar Americano

“Volver siete veces al conflicto”

por Andrés Gallina

¿Cómo pasar de la voz escrita a los cuerpos? ¿Cómo activar desde la escritura la potencia de las cosas? El lector de textos dramáticos asiste a un acto incompleto y lo redefine a su modo: insiste en encontrar los signos que exceden al texto. El riesgo parece estar ahí: negado el acontecimiento teatral, el aura, el lector juega a rehacer la experiencia perdida.
La antología Dramaturgias, prologada por Mariana Obersztern, reúne siete piezas escritas por siete mujeres. Siete piezas singulares, que pueden dialogar entre sí, pero que juegan un juego propio, con sus propias reglas. Hay algo, sin embargo, que parece hacer posible la convivencia: frente a un teatro despojado, que se saca de encima el relato, estos textos recuperan la anécdota, el argumento, el contenido como forma.

(...)

Raquel y Ana en una isla semi desierta hablan, al mismo tiempo, del amor y de un protector de mosquitos, del amor y de una lluvia que se moje todo. En El calor del cuerpo, de Agustina Muñoz, el lector asiste al tedio: cuatro personajes bajo el sol, esperando que llueva. La acción aparece en el deseo: poder recordar un sueño, cantar o bailar una canción entera, vender naranjas o collares de coco, subir a un barco que se trague el mar; lo efectivo, lo que sucede, entonces, es la espera. Con una técnica trabajada en el corte, lo teatral surge acá más bien como una forma de suspender la acción y de activar el relato. O como si la acción estuviera en el cuerpo o en lo que siente el cuerpo, mientras tanto.

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