domingo, 11 de mayo de 2008

María manda esto (no especifica a quién cita)

...presenta al narrador de pie sobre un peñasco, relatando sus historias al océano que tiener ante él. El océano le escucha, dulcemente agitado, fascinado. En cuanto termina una historia debe surgir otra de inmediato, porque no existe una palabra final. Y la alegoría nos anuncia con fuerza: " Si un día el narrador se calla, o si lo hacen callar, nadie es capaz de predecir el océano.."
Este lugar imponente supone una condición que la mayoría de nuestros contemporáneos encuentra dolorosa: el narrador no debe hablar jamás de sí mismo. Es una regla de oro. Incumplirla es permitir que el océano barra la roca despreciable sobre la que un hombre, un día, se consideró digno de ser contado.

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